Cualquier viajero que visite una ciudad latinoamericana con un mapa en la mano, llega inevitablemente a su “centro” simbólico, y ese centro es siempre una plaza. En el caso de Colombia se trata generalmente de una plaza con una estatua de Simón Bolívar, una iglesia o catedral y los principales edificios gubernamentales. Bogotá no es la excepción. La Plaza de Bolívar es el centro, no solo de la ciudad, sino del país entero. Es centro de reunión, venta, encuentro, tránsito, turismo, expresión artística, eventos oficiales y movilización ciudadana. A diferencia de otros lugares de la ciudad, que se caracterizan por su homogeneidad, en la Plaza de Bolívar convergen todo tipo de personas y dinámicas que enriquecen la experiencia vital dentro del centro histórico de Bogotá.

Heredera del plano urbanístico de la colonia española, la plaza tiene su origen en el Ágora grecorromana. Como su raíz etimológica lo explica (de ἀγείρω, 'reunir'), el Ágora surgió con la intención de congregar a los ciudadanos para desarrollar actividades de ocio, comerciales y políticas. El proceso de participación de estos en la toma de decisiones de la ciudad (Polis), que se desarrolla en dicho espacio urbano, da origen al concepto de democracia. Por esta razón es importante comprender el origen de la plaza pública, como un lugar de participación de la ciudadanía en la vida política.

Además de ser el lugar democrático por excelencia, la plaza es también el espacio en el cual el poder gubernamental reafirma su presencia. Este es el caso de la plaza de Bolívar, que en un primer momento se denominó Plaza Mayor, y su creación coincide con la fundación de la ciudad de Santafé de Bogotá, por parte de la Corona española. Fue precisamente alrededor de este espacio donde se estableció el poder administrativo colonial, tanto de forma material, con la construcción de las principales sedes gubernamentales, como inmaterial, con la realización de los actos ceremoniales asociados a este poder.

Es curioso pensar que este sitio patrimonial, heredero del periodo colonial, se convirtió luego en el lugar que hasta el día de hoy enaltece la Independencia y la creación de la República, con la estatua de Simón Bolívar como máximo símbolo de este hito histórico, que se replicó en la mayoría de las plazas de las ciudades del país. Este lugar ha sido escenario de los principales sucesos históricos nacionales como el Grito de Independencia de Colombia, la toma del Palacio de Justicia, el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán (en calles aledañas) y las posesiones presidenciales desde el año 1888; entre muchos otros eventos memorables.

Además de ser el principal centro del poder político y eclesiástico, y un lugar clave en la historia del país, la Plaza de Bolívar continúa siendo en la actualidad un espacio de uso público, en el cuál transitan, trabajan y se reúnen personas de orígenes y formas de vida diversas. Habitantes de calle, vendedores informales, artistas urbanos, viajeros, familias y funcionarios públicos cruzan sus caminos diariamente, y muchas veces interactúan, en este lugar multifacético.

La serie fotográfica Ágora Entornada busca transmitir esta idea de experiencias simultáneas y subjetividades diversas que transcurren en este espacio patrimonial: desde la recreación familiar los domingos en la plaza hasta las expresiones culturales de artistas urbanos como músicos, actores, pintores, muralistas y “esculturas” humanas. Gracias a este uso recreativo del espacio, por parte de locales y turistas, nacen además multiplicidad de oficios y formas de trabajo informal, como la venta de maíz para las palomas, la fotografía para conservar los recuerdos, o los carritos de helados, entre muchas otras formas de intercambio comercial.

A esta experiencia lúdica y de ocio se contraponen otros usos distintos del espacio, como las manifestaciones populares en la plaza. Es el caso de las fotografías tomadas durante la Velatón por la muerte de los líderes sociales en Colombia, evento que generó una movilización pacífica masiva que tuvo como punto de encuentro la Plaza de Bolívar. Este uso democrático de la plaza, por medio del cual los ciudadanos tienen la posibilidad de expresar su opinión, se remonta a su origen griego con el Ágora, como se expuso anteriormente. Sin embargo, cabe resaltar que la forma de ejercer este poder democrático es distinta a la de su origen grecorromano, ya que la movilización social se produce, en cierta medida, en contra del status quo y el orden político establecido.

Asimismo la Plaza de Bolívar también es la sede de los eventos gubernamentales oficiales a través de los cuales se reitera simbólicamente el poder gubernamental. En estos, a diferencia de la manifestación popular, el espacio público se limita y se controla el acceso únicamente a funcionarios públicos, personas de las altas esferas o medios de comunicación. Es el caso de las fotografías de los ensayos de las bandas militares, para la posesión presidencial, durante los cuales la ciudadanía no puede participar, sino únicamente observar desde afuera del área delimitada. La fuerte presencia militar y policial reafirma esta idea de control del espacio, asociada a los conceptos de seguridad y orden.

Es interesante observar como, a través de los diferentes usos anteriormente expuestos, la plaza pasa rápidamente de ser un espacio de libre tránsito, ocio y entretenimiento, a convertirse en un lugar oficial, de control y acceso limitado, en el cual la ciudadanía no participa plenamente. Este carácter cambiante del espacio y la tensión latente entre lo público y lo privado, permite asociarlo con la idea de un lugar entreabierto o entornado; que aparentemente es accesible para todos; sin embargo sus usos se restringen y se transforman en el tiempo.

Este palimpsesto de capas históricas, sumado a la mutación continua de los usos de la plaza de Bolívar y sus alrededores, la convierten en uno de los principales tesoros patrimoniales de la ciudad, en el cual convergen expresiones culturales que abarcan la gastronomía, la artesanía, el arte y el entretenimiento. Todo esto en un entorno de poder político, militar y eclesiástico, que a su vez es lugar de encuentro y movilización de la ciudadanía de a pie.

El proyecto fotográfico El Ágora Entornada, además de abordar la Plaza de Bolívar desde una perspectiva histórica y sociológica, narra una versión subjetiva y personal de este espacio patrimonial por medio de un lente urbano, que captura las pequeñas señas y guiños presentes en las escenas cotidianas de la plaza. A través de una narrativa de asociaciones visuales e imágenes casi oníricas se invita al espectador a mirar con detenimiento, este espacio cargado de historia y simbología, en el que nada es lo que parece.